La Iglesia Católica hace una clara distinción. El culto se divide en cuatro formas: latría, hiperdulía, protodulía y dulía, cada una con un propósito específico.
Diferencia entre ADORACIÓN y VENERACIÓN:
La primera es solo para Dios e implica el reverenciar o rendir culto a la naturaleza divina de nuestro Creador.
La segunda, en cambio, implica el respeto en un grado superior a alguien con una profunda relación con Dios, y que, por lo tanto, nos puede ayudar a acercarnos a Él.
La latría es el culto de adoración que se dirige exclusivamente a Dios, en la Santísima Trinidad. Este implica un reconocimiento absoluto de la divinidad y la supremacía de Dios. Se manifiesta en la oración, la adoración ante el Santísimo Sacramento, y en actos litúrgicos de culto divino.
Un ejemplo claro de latría es la adoración que se realiza ante el Santísimo Sacramento durante la Eucaristía o la adoración perpetua, donde se reconoce y honra a Dios de manera única y suprema.
La hiperdulía es un culto especial y más elevado que se reserva exclusivamente a la Virgen María, Madre de Dios. Este tipo de veneración reconoce su papel único en la historia de la salvación y su singular cercanía a Jesucristo, por lo que su veneración es superior a la dulía dada a los santos, pero siempre distinta de la adoración divina.
Ejemplo: La celebración de las festividades marianas.
La protodulía es un término menos común, pero se refiere a un tipo específico de veneración que se concede a ciertos santos que tienen un lugar especial, generalmente los primeros santos o los más antiguos y reconocidos en la historia de la Iglesia, como San Pedro y San Pablo.
En particular, la protodulía se asocia a la veneración especial que se le da a San José, padre adoptivo de Jesús y esposo de la Virgen María.
Finalmente, la dulía es el culto de veneración que se da a los ángeles y a los santos, es decir, a aquellos que están en relación con Dios. Este tipo de veneración implica un reconocimiento de respeto y honor a quienes, por la gracia de Dios, han alcanzado la santidad y la cercanía divina.
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